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Opinión | Cuando los directorios se cruzan: El dilema invisible de la competencia

Columna El Mercurio

Cuando los directorios se cruzan: El dilema invisible de la competencia

La reciente controversia en torno a la participación simultánea de directores en empresas competidoras reactivó una conversación clave: ¿estamos, como país y comunidad empresarial, a la altura de los estándares que exigen los tiempos en materia de gobierno corporativo?

Más allá del caso puntual, lo relevante es el fondo: la necesidad de fortalecer la integridad y el profesionalismo de los órganos de gobierno de las empresas. La práctica del interlocking —cuando un mismo individuo participa en decisiones de compañías que compiten entre sí— pone en tensión principios básicos de buen gobierno, como la independencia, la lealtad al interés superior de la organización y la prevención de conflictos.

Esta situación no solo interpela a los directores, sino también a los accionistas. ¿Qué tipo de liderazgo promovemos desde la propiedad? ¿Qué cultura de gobernanza validamos cuando priorizamos la cercanía, la reputación o la lealtad por sobre la diversidad, la independencia y la mirada crítica?

En momentos donde las empresas enfrentan crecientes desafíos de legitimi-dad, reputación y sostenibilidad, los directorios no pueden ser espacios de comodidad ni representación simbólica. Deben ser verdaderos centros de deliberación estratégica, con miembros capaces de ejercer su rol con autonomía, visión de largo plazo y plena conciencia de su responsabilidad fiduciaria.

La confianza, activo cada vez más escaso, se construye con coherencia entre lo que se declara y lo que se hace. Tolerar prácticas que generen dudas sobre la imparcialidad o la equidad debilita no solo a las empresas involucradas, sino al sistema empresarial en su conjunto.

Para avanzar hacia una gobernanza más sólida, se requiere ir más allá del cumplimiento formal. Implica revisar las estructuras de poder, cuestionar prácticas heredadas y asumir que los riesgos ya no provienen solo del entorno externo, sino que también pueden emerger desde el interior de los propios órganos de gobierno.

Este episodio debe ser una llamada de atención para repensar cómo estamos eligiendo y evaluando a quienes se sientan en nuestros directorios. Se trata, en definitiva, de asegurar que quienes lideran nuestras empresas lo hagan con criterios de mérito, independencia y compromiso con el propósito empresarial, en un marco de integridad que resista el escrutinio público.

El desafío hoy es construir gobiernos corporativos a la altura de las nuevas expectativas. No se trata solo de seguir reglas, sino de liderar con conciencia, cuidando el futuro de las empresas, la confianza de los inversionistas, el bienestar de quienes trabajan en ellas y su vínculo con la sociedad.

 

Fadua Gajardo

Directora ejecutiva Instituto de Directores de Chile

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